Desde que mediamos medio metro estábamos juntas. Veraneábamos en la misma playa, los mismos días y en la misma casa. Hemos vivido cada aguadilla hecha por una ola a cada una, y cada risa tonta, cuando ves, que a la otra, se la ha llevado una ola y va a salir en muy poco de entre el agua, con el bikini medio bajado, y con tierra hasta en la boca. Menudas risas, jajaja.
Una pelota, una tabla, unos cubos y palas compartidos. Clavar una sombrilla, pelearnos por una tumbona. Jugar con las palas. Y terminar rebozandonos por el suelo. Correr, llegar a casa y descansar, para por la tarde, de pequeñas, jugar a enterrarnos enteras. Y ahora, que la costumbre no se pierde, por las tardes, tumbarse en una toalla, leer un libro, levantar la vista, buscar chicos con la mirada, encontrarlos, y dar tu opinión. Hasta que veas una buena ola, y corras para coger a la otra desprevenida, y a ver quien la coge antes y mejor. Grandes tiempos memorables ahora en invierno. Aunque lo único que cambiar es eso, que no se va a la playa, que los bañadores, los cambias por unos abrigos y unas bufandas, y los zapatos de tacón alto, por unas botas. Aún así, todo sigue presente con una simple canción.
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